Pensamiento, palabra y obra…
En el capítulo anterior hemos visto que
la magia es la manipulación de la energía,
por tanto, dicha energía debe ser trabajada con aquello que tenemos a nuestro
alcance, más otros elementos complementarios.
El primer punto para poder trabajar en la magia es la mente. El segundo siempre
será la palabra puesto que a través de ella fluye nuestra energía. Y el tercero
y último punto, siempre será la obra, ya que con la acción damos forma final a
la intención gestada en la mente.
La persona que sea capaz de dominar o cuanto menos manejar con un poco de
soltura las tres premisas anteriores, podrá llegar a lograr grandes cosas. Ahora
bien, a todo ello deberíamos añadirle otros componentes, tales como el ritual,
la invocación y… la espera. Vayamos por partes.
Este es un libro de conjuros, hechizos y fórmulas mágicas y aunque
profundizaremos en cada uno de los apartados a medida que avancemos las páginas,
lo que nos debe quedar muy claro desde el principio es que todo ello son
diferentes manifestaciones de la magia. O, si se prefiere, distintas formas de
hacer efectivo un cambio. Pero para que cualquiera de las tres modalidades que
abordamos en esta obra tengan sentido, lo que verdaderamente necesitamos es que
las tres piedras angulares “pensamiento, palabra y obra” estén dominadas a la
perfección.
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EL PENSAMIENTO…
El pensamiento es el gran iniciador y también el gran
detractor y causa de fracaso del
mago o persona que practique la magia. Es en el
pensamiento donde aparecen las ideas, los deseos y los sueños que dan aliento y
vida al conjuro o al rito. Pero es también
en el pensamiento donde surgirán las incertidumbres,
dando paso a los miedos e inseguridades, haciendo que la magia acabe por no
llevarse a cabo o por fracasar aunque haya sido puesta en marcha. A todo ello le
debemos añadir que será en el pensamiento donde se gestarán las ideas de rencor,
la envidia, los celos y un buen número
de “argumentos” más, que nos pueden conducir a tomar
un camino errado en las artes mágicas.
Para que el pensamiento sea un aliado y no un
enemigo, precisaremos un poco de trabajo, dejar de lado la improvisación y
utilizar mucha fuerza de voluntad. Además, tendremos en cuenta estas
consideraciones.
1.
No debemos pensar el realizar una magia bajo un estado depresivo, angustioso o
de gran tensión, ni cuando estemos dolidos emocionalmente o percibamos
sentimientos de traición.
2.
No pensaremos ni generaremos deseos mágicos cuando hemos comido o bebido de
forma abusiva. Por supuesto, la magia jamás debe planificarse bajo los efectos
de las drogas, alcohol o fuertes tratamientos farmacológicos.
3.
No debemos pensar en realizar una magia cuando ésta sea el “último remedio” para
salir hacia adelante.
Si respetamos las tres premisas anteriores, podemos pensar en efectuar un acto
mágico siempre que creamos conveniente, y por supuesto, que tenga una verdadera
razón de ser. Nunca, bajo ningún concepto, efectuaremos una actividad mágica por
puro juego o distracción.
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COMO Y QUÉ PENSAR…
Muchas personas no saben qué pensar cuando tienen frente a sí una situación
ritual o mágica. El motivo es muy simple: han preparado poco aquello que
deseaban llevar a cabo.
El mago que desea formular un conjuro, además de no improvisarlo, debe tener
bastante claro qué desea pensar y para ello habrá programado lo más
concienzudamente posible toda la acción.
Si alguien nos encarga un ritual o nosotros mismos queremos efectuar un
ceremonial, hechizo o conjuro, por ejemplo, para alejar el malestar de nuestra
casa, debemos crear una estrategia de acción y no pasar a la acción sin tener
antes una reflexión. Por ello, a partir del momento que tenemos un motivo para
actuar, debemos reflexionar sobre la mejor manera de hacerlo. Evaluar los
métodos que podemos emplear y formularnos cuestiones como éstas:
1.
Que he generado el motivo que nos lleva a plantearnos un acto mágico.
2.
Qué sensaciones percibimos o afectan a las personas que notan la turbación.
3.
Qué imagen emplearemos para trabajar.
4.
Qué pensamientos utilizaremos en dicha acción cuando estemos efectuando el
conjuro o ceremonial.
Si a la hora de plantear los pensamientos de la acción mágica tenemos en cuenta
las cuatro premisas anteriores, podemos centrar mucho mejor la concentración y
actuar con mayor fuerza de voluntad.
Siempre debemos tener claro un concepto que en magia es básico: todo lo que
pensemos puede convertirse en energía y dicha energía acabara afectando al
operador y a otras personas. El mago que para trabajar crea una estrategia de
pensamiento logrará mejores resultados que quien se deja llevar por sus
emociones.
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EL DON DE LA PALABRA…
Como veremos en algunos de los ejercicios de este libro, la palabra se convierte
en una auténtica arma arrojadiza contra las desgracias o a favor de los deseos
más profundos. Desde luego la palabra unida al pensamiento son los dos
ingredientes básicos para todo conjuro.
Saber usar la palabra de una forma mágica no es hablar, ni gritar, ni susurrar.
Si bien todas estas variantes deberemos hacerlas en diferentes etapas, sólo con
un perfecto dominio de la técnica de pronunciación lograremos dominar las
energías. Recordemos que una palabra si no se acompaña de una buena acción de
pronunciación y una mejor disposición, no suele funcionar muy bien.
En magia, la palabra representa el resurgir del fluido del operador desde el
punto de vista energético. Por eso la forma de pronunciación, del tono, la
rapidez y la fuerza que se le dé, puede dar como resultado un verdadero triunfo
o fracaso.
La s palabras se convierten en mágicas cuando les damos la intención energética
adecuada, de esta forma alguien pronuncia un “abracadabra” con el convencimiento
y disposición mental adecuada, dicho término le funcionará como un argumento
mágico. En el caso que para el mago sea una palabra más, no tendrá valor alguno.
Por ello cuando pronunciamos un conjuro debemos escoger bien las palabras, saber
en qué orden las pronunciaremos, y desde luego, tenemos que estar capacitados
para darles la intención que verdaderamente pretendemos.
A modo de resumen diremos que para todo conjuro que se precie o invocación que
tenga posibilidades se funcionar, las palabras utilizadas deben seguir en mayor
o menor grado estas premisas:
1.
No emplear palabras que no tengan un significado para el operador. Inventar
términos mágicos queda muy folklórico pero es poco efectivo.
2.
Utilizar siempre las formas de invocación que sean más conocidas o que nos sean
sugeridas, antes de crear otras por nosotros mismos.
3.
Memorizar siempre todas las palabras que se dirán en voz alta. De esta forma
cuando las pronunciemos tendrán la fuerza necesaria.
4.
A la hora de efectuar una invocación debe hacerse sintiéndola y desde la fuerza
interior del corazón. Una invocación no es simplemente una lectura en voz alta o
la recitación de algo memorizado. Aquello que se pronuncia debe
sentirse mientras se dice.
5.
Acompañar las palabras con una serie de imágenes mentales o gestos que las
refuercen. Cuando lo hacemos de esta forma la energía de la invocación o
conjuro tiene mucha más fuerza.
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CUIDADO CON LO QUE DECIMOS…
Evidentemente un conjuro es un acto mágico programado, pero
a veces, caemos en el error de dejarnos llevar por nuestras pasiones, bajos
deseos o sentimientos de rencor, y sin ninguna intención mágica, efectuaremos
pronunciaciones que pueden tener tanta fuerza como la mejor de las magias.
Cuando alguien tras un enfado dice un: “ojalá fracases y…” sin saberlo está
lanzando energía negativa hacia otra persona. Por todo ello debemos tener mucho
cuidado con lo que decimos, especialmente cuando lo sentimos muy desde dentro.
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EL DON DE LA ACCIÓN…
Si pensar bien es vital y saber hablar es básico, no es menos importante poder
actuar de forma adecuada. Pero la acción no pasa siempre por “hacer cosas”, sino
por actuar de acuerdo a lo programado.
En muchas ocasiones la magia falla porque la persona no ha sabido preparar
correctamente la acción. Porque no le da importancia al método o porque al
carecer de voluntad, no posee la fuerza necesaria y firmeza precisas para llevar
adelante los pasos metódicos de un acto mágico. Desde luego poner en práctica un
conjuro o un hechizo no es tan sólo hacer lo que nos diga un manual de acción y
ya está. Eso, sería muy fácil.
La magia, como todo en esta vida, también exige un pequeño sacrificio por
nuestra parte. La mayoría de las veces el sacrificio es el “rito”. En este caso
definiremos el rito como el conjunto de acciones cuales son el pensar y el
programar los pensamiento, estudiar las palabras que diremos en una invocación y
saber también cuáles serán los pasos que efectuaremos para que el ritual surja
el efecto deseado.
Muchas personas creen que hacer una magia es algo tan
simple como encender una vela y olvidarse por completo de la magia, dejando que
actúe por sí sola. Ese es
un grave error. Para que la acción mágica pueda
funcionar debemos seguir una metodología correcta, tal como saber qué día, a qué
hora y en qué momento comenzaremos una acción. Necesitaremos saber también
cuántos días trabajaremos todo el proceso y cuál debe ser nuestra actitud mental
mientras dure el mismo.
Por todo ello y para que nadie se lleve a engaño, cualquier operador debe saber
que cuando un ritual se pone en marcha, está estableciendo una serie de acciones
que debe supervisar. Si nos olvidamos de dichas acciones posiblemente la magia
no surta ningún efecto. Por ejemplo, si un conjuro debe formularse por espacio
de cinco días y realizamos tres veces al día, lo que no podemos hacer es
realizar el proceso de forma correcta por espacio de dos jornadas y después caer
en la irregularidad de hacer el proceso cuando tengamos ganas o cuando nos
acordemos.
A modo de resumen, destacaremos los principios básicos para que toda práctica
pueda tener éxito en lo que a la acción se refiere.
1-
Saber para qué efectuaremos la práctica, es decir, qué es lo que deseamos
conseguir con ella.
2-
Cuestionar de qué manera nos pondremos a trabajar, estableciendo para ello un
listado o anotación de los pensamientos que vamos a utilizar, las invocaciones y
las acciones que realizaremos.
3-
Saber qué día iniciaremos el trabajo, para así tomar las anotaciones pertinentes
y generar un estado mental propicio.
4-
Saber el tiempo de duración y final del trabajo. Si conocemos la duración y el
día que termina evitaremos tener que estar pensando hasta cuándo tendremos que
esperar.
5-
Asumir el final. Con independencia del resultado, un buen mago sabe que las
cosas no siempre tienen éxito y que insistir en ellas por más tiempo no sirve de
nada. Tan bueno es saber cuándo empezamos como fijar una fecha de conclusión.
6-
Realizar acciones que sean compatibles con el trabajo que estamos formulando. Si
por ejemplo hemos realizado un conjuro para que haya mejor entendimiento con
nuestra pareja, debemos reforzar el conjuro con un acercamiento real, procurando
evitar discusiones.
GENERALMENTE LA MAGIA NO DA EL RESULTADO DESEADO PORQUE LO SOLICITADO PUEDE
AFECTAR A OTRAS PERSONAS DE FORMA NEGATIVA, O PUEDE REPERCUTIR EN NOSOTROS
MISMOS RETRASANDO LA EVOLUCIÓN NATURAL.