3. La Magia del Lugar.
La consagración de los altares
¿Quién es capaz de llamar estúpido e ignorante a nuestros más remotos
antepasados? El hombre del neolítico e incluso del mesolítico sabia, bien por
intuición, bien por conocimientos exotéricos (con x) que algunos lugares son
mejores que otros para realizar las ceremonias mágicas, y así nuestros
antepasados levantaron sus monumentos en lugares que los actuales investigadores
llaman “Chakras” y “Lugares de Poder”.
Estos enclaves, reciben de la Madre Tierra, toda la fuerza que ella en su gran
poderío nos concede, y el mago, el iniciado, sabe que puede reconocer el lugar,
bien sea por una fuente, un dolmen y un menhir.
Desde la noche de los tiempos, el mago, el estudioso de lo oculto, ha intentado
conocer y aprovechar estos lugares, para situar sobre o junto a ellos, sus aras,
altares, “jamorees” o como queráis llamar al lugar concreto donde las
divinidades, las fuerzas de la naturaleza, los habitantes del MAS ALLA, llámale
cada cual como quiera, se muestran más propicios para con nosotros.
Sabemos por nuestra dilatada búsqueda por el camino de lo oculto, que muchas son
las personas que tienen un su altar privado, situado normalmente cerca de su
casa, y en muchos casos si viven en la ciudad, en su propio hogar, un “Santo
Santorum” donde realizan toda clase
de rituales, sean amorosos, protectores, familiares o simplemente materiales de
defensa.
Sabemos de casos de personas que han pagado verdaderas fortunas para que algún
“listo” les bendiga el altar, y por esta razón, les traemos de forma liberal,
una de las más viejas invocaciones mágicas que se han realizado desde hace
milenios para bendecir el ara sagrado que cada cual, sea cual sea su religión,
debería tener.
REQUISITOS QUE DEBE REUNIR EL ALTAR. La piedra de Ara.
Pocas oraciones reúnen en sus palabras un mayor sincretismo que esta oración que
ahora vamos a mostrar, y pocos lugares existen más íntimos y sagrados que éste
en que vamos a detenernos, pues todo aquel que desea introducirse en el mundo de
lo mágico, debe tener su “ombligo” como decían los sumerios, o su ara o altar
como decimos actualmente. Seguidamente pasaremos a comentar y describir la
ceremonia que debe realizarse a la hora de consagrar un altar o lugar sagrado,
dedicado al culto.
El oficiante, sea hombre o mujer, deberá abstenerse de sus apetencias sexuales
durante un mínimo de diez días, así como de intentar alimentarse a base de
comida vegetariana, y lógicamente no probar el alcohol.
Cuando esté en condiciones de realizar el altar, éste deberá hacerse con su
propio esfuerzo, utilizando a poder ser en sus manos y conocimientos.
En todo altar debe existir una buena porción de mármol, piedra sagrada desde la
prehistoria, y que ha servido para elaborar la mayor parte de las estatuas
sagradas de cualquier cultura.
Sobre lo anteriormente dicho, no debemos olvidar que uno de los talismanes más
utilizados en la actualidad es la célebre “Piedra de Ara” que consiste en un
trozo de mármol que supuestamente perteneció a un viejo altar, cristiano o
pagano, y que debe ponerse en el altar que nosotros creemos a tal fin.
Cuando tengamos el altar, hemos de hacer arder sobre él un pequeño fuego con
madera de ulano, una de las preferidas por los radiestesistas por sus poderes
geománticos, y que era utilizada en la antigüedad para confeccionar las lanzas
sacrificiales y votivas. Seguidamente quemaremos una buena cantidad de incienso
natural, preferiblemente de varilla, y tras ello, verteremos sobre el altar agua
de río “la que corre, la que purifica”, para que aleje las malas impregnaciones
que puedan haber sobre el altar,
En resumen, podemos decir que nuestro altar puede quedar completo simplemente
reuniendo una mesa o estante los objetos, sean de la índole que sean y que en
más estima tengamos. Limpios, ordenados, seleccionados, eso si, y también
provisto de velas, perfumes e inciensos. Si a todo ello queremos añadir alguna
imagen de nuestra devoción, mucho mejor. Así es suficiente.
Bendición y consagración del altar.
Una vez realizada toda esta tarea, y en pleno día, pues el sol, es el astro-rey,
padre de la sabiduría y la vida, recitaremos mirando hacia el este la siguiente
oración, con los pies descalzos, en comunión con la Madre Tierra, y los ojos
levantados hacia el dios-sol. Padre de lo creado:
“Deidades, espíritus, supremos tótems, dioses de antaño, contemplad con
benevolencia este nuevo altar, pensad y desead que esté ligado a mi espíritu y
mi persona, que conserve la paz y la auténtica serenidad, ayudadme para siempre,
para que la Luz y el Amor, sean mi provisión, para que este lugar sea fuente de
armonía, para que mis amigos gocen de mis goces, y mis enemigos abandonen las
venganzas. Por las fuerzas de los antiguos Dioses, ¡hágase mi voluntad!”
Ya tenemos nuestro altar bendecido, éste será nuestro refugio y nuestro faro
donde los espíritus de la Naturaleza, nos proporcionarán una fuerza increíble si
somos dignos de ella.
¿Qué debe ser el altar?
A partir de este momento, el altar será nuestro gimnasio espiritual, nuestro
laboratorio alquímico, nuestro monasterio de meditación, el tamala de los
instintos, nuestro “ombligo” que conectará con esa puerta que hay MAS ALLÁ.
El altar no debe ser un lugar cerrado, donde la negrura de la noche encuentre
refugio, donde la soberbia renazca, donde las cenizas del egoísmo perduren, sino
todo lo contrario, un lugar de Luz, de Paz, de Sosiego, refugio ante la
adversidad, ciudadela para la protección propia y de nuestros seres queridos,
iluminación en los momentos de oscuridad.
Hemos conocido altares que valen cientos de miles de pesetas, y que solo sirven
para acumular extrañas imágenes que nada nos dicen, que de nada sirven, y que en
muchos casos, son representaciones del camino de la izquierda (esotéricamente
hablando), que nos pueden llevar al pozo sin fondo que es el egoísmo y la
liberación.
Recuerdo un altar perdido entre los montes pre pirenaico que ha sobrevivido a
más de mil años de cultos y rituales, y que fue utilizado por miles de
peregrinos que dirigían hacia Santiago de Compostela. Mucho de ellos nunca
llegaron, otro dieron media vuelta, y los menos encontraron la META junto al
Finisterre. Este santuario altar milenario está formado por tres piedras o
losas, a manera de un pequeño dolmen, pero sobre él puede intuirse, leerse
notas, la fuerza de la Madre Tierra concede a los que amamos, a los que nos
entregamos al prójimo, y en fin, a todos aquellos que hemos decidido ser
solamente eso “estudiantes del esoterismo” de esa filosofía que ha de llevarnos
a CRUZAR LA PUERTA.
Hemos asistido a muchas consagraciones de altares, algunos con bombas
hidráulicas incluidas, donde la gente vierte monedas e incluso joyas esperando
se les conceda el favor pedido ¡Qué pena! El altar, el lugar de poder es algo
distinto, es un lugar donde nosotros nos intentamos poner en contacto con el
gran arquitecto, y que con unas simples técnicas de yoga, alimentación,
relajación, magia y NUESTRA MÁS PURA CONSCIENCIA, podemos entrar en la GRAN
COMUNION.